el dolor como maestro
No sé sí el dolor me ha vuelto una persona distinta, pero decidí que sea mi maestro. Revela mucho de mí; hace flotar cosas horrorosas, sorprendentes, difíciles. Me da vueltas y vueltas la pregunta: ¿Por qué es tan importante para mí que las personas vean la profundidad de mi dolor? Sostengo la pregunta nada más.
Sostengo otras cosas monstruosas de mí; una adicción al sufrimiento que me ha bailado en frente casi toda la vida y apenas veo. El sufrimiento como expiación o escapatoria, como ablución, el sufrimiento como compensación por no cumplir exigencias, el sufrimiento como zona de comfort, como elección instintiva e involuntaria. Sufrir como castigo por no cumplir todos los mandatos, demandas y expectativas.
Para tener opciones hay que aprender que tenemos opciones. Y aprendo que esto no puede doler menos, cada vez que se me muere unx hijx me quema el alma, se me rompe el cuerpo, mi mente vive un apocalipsis, pero no importa cuánto duela tengo la opción de poco a poco sufrir menos.
Me invade la envidia como no lo hacía desde que yo era chiquita. Me traga viva, me derrite la cabeza, me aprieta el estómago, me vuelve una bestia tremenda, odiosa, tengo pensamientos feísimos. ¿Para qué sirve esta envidia? ¿Qué hago con ella? No quiero su compañía, pero mientras más le cierro la puerta, más entra por las coladeras.
Por momentos lo más doloroso, lo que habilita a la envidia, es la incapacidad de dejar de compararme y competir con otras. El deseo de ganar en esto que se siente como una montaña de derrotas devastadoras. Quiero ganarles a las mamás suertudas de algún modo, moralmente sobre todo. Quiero ser mejor humana, que esta experiencia me transforme para bien, quiero ser más feliz que ellas, más agradecida, más generosa. Esto se siente feo, absurdo e innecesario. Pero aquí está.
A veces me culpo, me imagino insuficiente, no merecedora, incompleta, enferma, indigna.
En realidad no soy ni más ni menos mamá que ellas, y a largo plazo ni más ni menos feliz, ni más ni menos serena, ni mejor o peor humana. La paz y la felicidad se construyen. Cuando son reales terminan por ser independientes de la circunstancia, son internas, son hábitos, son disciplinas. Más allá de estos duelos, de este dolor, tengo la misma capacidad de ser feliz, de estar tranquila, de ser amorosa que una mamá suertuda.
Quizás soy una mamá suertuda. He tenido la suerte de embarazarme naturalmente, de ser mamá de Cosme, de Ajonjolí, Luci y Momo. Estoy harta de vivir en un mundo cientificista donde no se entabla con los muertos. Qué mundo más llano uno donde sólo existe la realidad relativa, donde todo lo que existe puede explicarse, abarcarse.
Elijo maternarles, entablar con ustedes. Elijo tener amistades, maestrxs, bebés que no tienen un cuerpo como el mío, que aún no lo habitan, que ya lo han dejado. Esta maternidad revela otras capas del mundo; lo más oscuro, la luz, la profundidad, lo intangible, lo no lineal, lo vibratorio, lo sutil, lo absoluto.
te extraño tanto
Me gustaría pasear contigo en el parque, Quisiera que fuéramos juntas de viaje, Me encantaría ver el mar contigo. Sería lindo llevarte a un museo, Me haría feliz desvelarme contigo, Quisiera tanto verte comer aguacates
Como si hubieras nacido viva.
Quiero presumirte como las que tienen bebés tangibles, pero no sé cómo. ¿Y si todos se olvidan de ti? ¿Y si termino por pensar que me lo imaginé todo? Tengo tanto miedo de pasar otra vez por esto, de nunca tener hijxs vivxs. De que no termine el dolor. Aunque un día alguien nazca vivx de mí, nunca vas a ser tú. Momo te extraño tanto. Te extraño tanto. Momo te amo.
el juego
Miro el juego como quien mira una danza. Que quién gana, no sé. Le voy a la jugadora de un lado de la red igual que a la del otro lado. Le voy a la red, le voy a la silla alta, le voy a la línea. La pelota es un astro, un escarabajo, una partícula. La pelota lleva el juego. Las voces del público son temblores, mareas, enjambres. Las sombras juegan. Soy el juez, los jugadores, soy la cancha, la pelota, soy el clima. Miro el juego como quien se mira a sí misma.
maternar la muerte
Aquí está la muerte, temerle ya no me asusta. Somos tantas las que la hemos llevado dentro. Maternar hijxs muertxs nos da cosas irreemplazables. Estoy donde estoy porque soy su mamá. Estoy aquí porque nacieron muertxs. Aprendo cosas que de otro modo me tomarían quizás décadas, vidas enteras.
Aprendo a ser mamá sin necesidad de que mis cagadas tengan aún tales ecos.
Sé que puedo atravesar lo impensable como una fiera. Mi intuición a probado su certeza. Elijo la confianza ante lo que me quitaba el sueño. Confío sin ingenuidad, sin rigidez. Cultivo la aceptación de perder, doler y estar incómoda. Soy valiente. Me doblo.
Sé el privilegio que es ser mamá como sólo nosotras lo sabemos.
La vida vale más que nunca, se vive como un juego, cada giro de la trama es un potencial. Sé lo impredecible que es, no me engaño en controlar, estoy dispuesta a asombrarme.
Suelto la culpa y dejo de lado las voces que suenan a acusación. Siento vergüenza sin avergonzarme. El enojo me ilumina, impulsa, afirma, transforma, libera y defiende, esta furia me abre camino.
Me he muerto de risa por mi desgracia. He encontrado la gracia. Sostengo emociones encontradas. Sostengo el conflicto, la tensión de lo opuesto.
La adversidad exige crecer. Me cuido. Me veo. Estoy para mí. Sano más allá de mí. Abandoné la aspiración de mejorarme. Tengo recursos emocionales que no sabía que existían. Mi mundo adquirió matices y honduras antes desconocidas.
Me atrevo a creer que las cosas no han sido a mi modo, pero son a mi favor.
Soy el nodo principal de mi red de apoyo. Mientras más me dejo caer en ella, mejor me sostiene.
Soy paciente sin opción. Amplío mi enfoque sin opción. Tengo tiempo, amor y energía que eran para ustedes y me los doy a mí, se los apuesto a estar aquí, a mis otros deseos, a mi arte.
Fallo. Fallo en esto y en todas las cosas. Estoy bien con fallar. Mi falibilidad es mi humanidad. La finitud es nuestro privilegio.
Ustedes están muertos y también están aquí.
Soy su mamá cuando han dejado su cuerpo, cuando aún no tienen cuerpo, y lo seguiré siendo cuando yo haya dejado el mío.
Esto me han enseñado, hijxs. Este cuerpo no es mi único cuerpo, no me contiene. Nuestra vida no nos abarca.
putta vida
Putta vida:
A veces te odio, lo sé. Anoche soñé que estaba nadando en una alberca sobre un acantilado y de pronto caía una nave espacial vertiginosamente hacia donde estaba yo. Saltaría una y todas las veces al mar allá abajo, lejos, en un intento ferviente de mantenerme contigo.
Duelo, vida, y por encima, sufro. No encuentro todavía la manera de soltar este sufrimiento. La busco frenéticamente y esto evidencía cuánto me aferro a ti. Quiero soltar, dejarme sostener, entregarme. Te tengo mucho más miedo que a la muerte. ¿Cómo puede ser?
Estoy harta de luchar con las cosas como son. De vivir aterrada de que se siga repitiendo esta fractura. De imaginarme otras. No he sabido sostener este deseo sin sofocarme. Se me ha partido tanto el alma que a ratos quisiera reconstruirme tal y como era, pero no es posible ni me haría bien. Lo mejor será dejar tantos pedazos atrás, hacerme menos, más ligera, distinta. Estoy cansada de sufrir a lo tonto.
Y sufría de más mucho antes de que se murieran mis hijxs. Esto no es nuevo. Lo que tengo ahora es más recursos, más consciencia. Eso es nuevo.
Además tengo que decirte la verdad, me siento feliz, más feliz tal vez que nunca. Hay tantos momentos en estos 485 días que cuento entre los más felices de mi vida. Pero hay también tanto dolor, furia, envidia, terror; y para mí es tan fácil permitir que se roben la atención. Quiero sostener esta felicidad, darle aire, estar atenta a ella, presente en ella. Presente para mí.
Gracias vida canija y deslumbrante. Vida cabrona y alucinante. Soy tan afortunada. Lo sé. Soy tan afortunada. Cada día me dejo sorprender por ti. Amo la sutileza de mi experiencia. Amo la intensidad de mi experiencia.
Amo haberme mojado ayer en la lluvia. Amo cantarle a Kali y sentirme cerquita de diosa. Amo ver a la luz hacer trucos. Amo cuando estoy despierta para la magia más simple. Amo llorar cuando crecen las plantas. Amo haberme bañado otra vez en el río helado. Amo ver salir el sol. Amo que los pájaros se despierten casi al mismo tiempo que yo. Amo seguir los cambios de la luna. Amo poner la casa en orden. Amo los ruidos surrealistas de esta ciudad. Amo encontrarme con las situaciones más inverosímiles. Amo lo chistoso que es todo, en especial la tragedia. Amo poder aligerarle una carga a alguien más. Amo cuidar a otros seres. Amo renunciar por un instante y saber que vivir es jugar. Amo recibir historias. Amo preparar la comida lo mejor que puedo, poner la mesa. Amo hacer cosas con las manos. Amo descubrir con el cuerpo que los límites son imaginarios. Amo haber sostenido el cuerpo de Momo muerta en mi mano. Amo ver respirar a Yauhtli. Amo sentir cómo la ama Héctor. Amo estar vulnerable y translúcida ante quienes amo, ante mí. Amo incluso tanto las intensidades del dolor que me aferro a él. Pero basta.
Ya basta.
No es mediante el sufrimiento que me vuelvo digna. No hace falta expiación, soy pura. Merezco compasión, holgura, cuidados. Merezco dejarme sostener, darme chance. Merezco calma y tiempo. Merezco espacio para fallar. Merezco quintas oportunidades. Merezco probar cosas nuevas, seguir mi curiosidad, buscar, explorar. Merezco disfrutar lo que hago, hacer lo que disfruto. Merezco compañía, comprensión, escucha, empatía. Merezco ser amada. Merezco ser amada. Lo merezco todo sin necesidad de sufrir, sin tener que dar algo a cambio, sin penitencia, sin autocastigo. Lo merezco sienta lo que sienta, haga lo que haga, sea quien sea. Merezco perdón una y cada vez. Aprender y perdonarme. Vivir con desenvoltura.
Merezco también hacerme consciente. Merezco responder a cada momento como corresponda. Merezo darlo todo. Merezco balance. Merezco voluntad. Merezco aspiración. Merezco constancia y disciplina. Merezco liberarme del autoengaño. Merezco reconocer mis capacidades. Merezco hacerme responsable.
Mi sufrimiento es una fabricación de mi mente. Mi dolor no es mi castigo, es mi oportunidad, mi llamado a crecer. Merezco maternar en plenitud. Porque sí. Porque soy. Porque lo merecemos todas. Ser es merecer.
Te amo, putta vida. Te amo. Agradezco la ocasión de ser humana. No eres la última vida, queda mucho por aprender.
furiosa
Sostener la furia. Abrazar al enojo. Dar cuerpo a la ira. Revelar a la envidia. Expresar violencia. Ser horrorosa. Llevar el vocabulario a fondo. Gritar. Gruñir. Acechar. Incendiar. Romper. Escupir. Decir lo que necesito decir. Provocar miedo. Saberme peligrosa. Conocerme fiera, perra, atroz.
Sostener la furia. Abrirle espacio. Decirle “sí”. Reconocerme en ella.
Sostener la furia. Dejar que se quede. Que se encienda. Dejarla ser. Dejarla manifestarse como es. No enmascarar. No negar. No atenuar. No apurar. No erradicar.
Sostener la furia. Estar con lo que es.
Sostener la furia. Sostenerla.
Sostener la furia. Suave, sin aferrarme. Hacerle un cuenco con las manos.
Sostenerla. Permitirle ser. Permitirle fluir. Soltar un poco cada día.
480 días de mi útero
8 abril 2023-31 julio 2024, 480 días: 258 días de embarazos, 102 días de sangrado, 42 días de lactancia
el derecho al enojo
Así como corre sin culpa la tristeza, es urgente que corra el enojo.
No puedo más. Intenté acupuntura, sanación uterina, masaje maya, masaje brujil, una limpia, dos constelaciones, terapia somática, terapia de indagación compasiva, terapia conductual, terapia de sistemas, psicomagia, todo tipo de rituales, tarot, suplementos, hierbas, flores de Bach, homeopatía, yoga, meditación rigurosa, meditación libre, visualizaciones, cánticos, mantras, intentar, no intentar, ir a rogarle a la virgen, rezarle a todos los dioses que se me ocurrieron, pedir, no pedir, rendirme, manifestarlo; me he hecho decenas de miles de pesos de análisis, más de trece personas me han metido sondas, cámaras, transductores en la vagina. Y sabes qué. Que todos me siguen diciendo que física, mágica o sistémicamente debe seguir estando en mí. Que algo no he puesto a punto, que me falta resolver algo, sanar algo, soltar algo. Que no puedo por quererlo demasiado. Que algo no he probado. Que me recomiendan al próximo doctor milagro, la curandera definitiva. Estoy exhausta. Estoy hasta la madre de sentirme responsable, como si algo yo pudiera hacer por lograrlo, como si pudiera decidir o resolver lo que nos pasa. Y sabes qué más. Que alrededor de mí hay miles de mujeres teniendo bebés como si nada y ellas tampoco lo han resuelto todo, puesto todo en orden, que mil cosas no han siquiera empezado a sanar y que no han intentado nada. Yo estoy hasta la madre. Me quedo por ahora con mi enojo y mi envidia. No puedo seguir exigiéndome sanar nada ni puedo vivir así. Estoy harta. Estoy harta de verle el lado bueno, el potencial de crecimiento, de agradecer y de tener esperanza para que se me vuelva a partir el alma. Estoy emputada con la vida y la verdad, por ahora, tengo derecho.
puta vida
Puta vida:
Te odio. Quisiera saber cuál es tu dirección para ir a buscarte, lanzarte mierda, tirarte los dientes. Estoy hasta la madre de ti. Quiero vengarme. Como no sé destruirte se me ocurre que puedo destruirme a mí, al fin que en mí corres, ¿no?
Si me mato, ¿te duele? Ojalá que sí, eso podría aliviarme. ¿Sabes qué? Desde chiquita siento una ira inmensa, ni siquiera es toda mía, como que heredé una parte. Y no ha habido dónde ponerla, es peligrosa; sólo con enojarme parece que lastimo a todos, me vuelvo “fea”, “malagradecida”, “malcriada”, los avergüenzo, los repelo, entonces se alejan cuando más los necesito, cuando me hace falta saberme amada.
Desarrollé una estrategia perfecta. ¿Te digo cuál? Sé cómo lastimar a todos “sin querer”, sin que se den cuenta. Soy una maestra de la violencia encubierta: mientras más yo sufro, más sufren por mí. No basta fingir, hay que hacerse daño de verdad, me llevo más y más abajo, me torturo mentalmente, me arranco pedacitos del alma. A cambio puedo vengarme, lastimar a quienes me aman.
¿Y sabes qué es lo mejor? Obtengo mucho más que venganza. Parece que mientras sufro fuera fácil para otros amarme, demostrarlo, darlo todo por mí, cuidarme, ponerme atención, verme, ayudarme, sostenerme, acompañarme. Primero lo hicieron ellos y ahora hago lo mismo.
Tengo un enojo tan hondo, asqueroso, enorme. Y no conozco forma de expresarlo antes de que la presión lo reviente en la cara de alguien. Tampoco sé sostenerlo. Lo que “sé” es que enojada nadie ha sabido amarme como cuando feliz. Enojada nadie ha estado para mí como cuando triste. Enojada parece que no merezco.
Por eso antes de que explote y me quede otra vez sola y llena de culpa, tomo ese enojo y lo disfrazo perfectamente de tristeza, me vuelvo una victimaria disfrazada de víctima. Los he engañado a todos, pero en especial a mí misma. Y sufro tanto. Pero a la vez recibo atenciones tan añoradas.
Dime, vida hórrida e injusta: ¿te he logrado lastimar a ti también? Es lo que más quisiera. Estoy hasta la madre de ti, me dueles demasiado. ¿No me ves más allá del odio y el dolor? ¿No te das cuenta cuánto intento? ¿Cuánto hago por crecer y hacerme consciente? ¿Cuántas veces me levanto con el mundo encima? ¿Cuánto tiempo paso agradeciendo incluso mis tragedias por enseñarme? ¿Cuánto he hecho por sanar? ¿Cuántas veces he actuado desde el amor y la generosidad, aunque cueste cultivarlo?
¿Y qué vergas me das tú a cambio? Puros hijos muertos. Cuatro. Cuatro hijos que no alcanzan ni para nacer vivos. Ni para saber si tienen pelo chino. Ni para conocerles un segundo la voz y el llanto. Uno por llegar cuando no tenía recursos. Tres tan deseados. ¿Qué demonios te pasa? Explícame cómo diablos hay tantas mujeres a mi alrededor teniendo hijos vivos, completitos, sin perder uno sólo, sin morirse cuatro veces antes, “sin intentar”, “sin planearlo”.
Eres una pinche mierda de vida. Eres injusta. Necesito tu dirección para al menos darte esta carta, prenderle fuego a tu casa. Te odio. Vete a la chingada. No quiero saber nada de ti. Te la mamaste. Te juro que una vez era más que suficiente, hija de puta. Hubiera aprendido, hubiera seguido creciendo. No tienes ni un gramo de fe en mí, ¿verdad? Dime por qué ellas pueden así nomás y yo no puedo más que hacerme pedazos una y otra vez, dejarme masticar por la incertidumbre, que el deseo consuma toda mi vida de a poco, arrastrarme de duelo en duelo, embarrarme como un moco en el piso, morirme de envidia.
Te odio con toda mi alma. Quiero destruirte. Dame tu dirección que me las vas a pagar. No puedo más. No intento más. No te mereces nada de mí. Devuélveme mi enojo. Mierda de vida traga deseos, come esperanzas. ¿Por qué te vengas tú de mí? Al menos dime las cosas en la cara. Deja de darme hijos muertos. Ten la gracia de matarme con ellos. Deja de restregarme a los hijos vivos de las demás. ¿Quieres burlarte de mí? Ven y búrlate, rómpeme la cara, acábame. Pero ya no juegues conmigo como cazadora cruel.
Para qué me trajiste. Pinche vida de mierda.
Léase también:
yo como mamá
Como mamá soy fiera y suave, como la Fuerza del tarot. Me materno a mí misma y soy amable conmigo. Me escucho clara. Mi intuición es fuerte. Distingo cada vez mejor los filtros con que miro. Me dejo sostener. Recibo. Abandono el concepto de justicia. El mundo parece más transparente. Mis bordes más difusos.
Soy mejor artista y honro mi creatividad. Cada expresión es sagrada, no hay nada que juzgar.
Entablo con mis ancestras, dejo a cada una lo suyo y a cada cuál su lugar. Miro con amor nuestras historias y maternidades, no hace falta ser dura con nosotras. Practico diario el perdón, me sale cada vez mejor. Practico perder, encuentro la paz en la derrota. Pongo hasta aquíes que me permiten una cercanía nueva con mi familia.
Encuentro la humildad en la consciencia plena de mi valor. Acepto desde ahí mis errores y limitaciones. Me siento emocionalmente completa, abro espacio a lo difícil, lo doloroso, lo reprochable; sostengo, escucho, doy salida, suelto, fluyo. Me planto feliz y plena en el mundo. I trust myself on my feet.
Me hermano poco a poco con lo feo, lo oscuro, lo repulsivo; la muerte. Conozco el punto del dolor donde convergemos como humanas. Desde ahí aprendo compasión. Soy valiente y más honesta. Mi vulnerabilidad es mi refugio, donde más segura me siento.
Amo a mi cuerpo como nunca, de adentro hacia afuera. Soy una vasija sagrada. Me siento en casa en mi cuerpo, en el mundo. Desenrollo la vergüenza, me sincero. Confío. Tejo mi propio concepto de fertilidad.
Como mamá soy una vaca Holstein. Un par de chichis mágicas. Desbordada y generosa. Soy un canal, un hueco mágico, la contención de un charco donde suceden milagros. Soy templo, me templo, aprendo a esperar.
Me quito de en medio.
Encuentro el humor en la tragedia y la lloro con holgura. Encuentro lo profundo en lo simple. Vivo desde la transitoriedad y fragilidad. Detengo la huida en mis pesadillas para encarar a mis persecutores.
Como mamá llevo a mis cuatro hijxs conmigo. Me atraviesan. Me permito que sean mis maestros, me fascino en conocerlos. En conocer nuevecito al mundo. Me espejeo, me conozco. Me entrego a la confianza en maternar hijos vivos. Me transformo. No doy por hecho.
Acepto el reto, me dejo sanar. Amplío los horizontes del amor, mi concepto de salud y de fortuna. Me enraizo, me relativizo. Aflojo mis identidades. Me observo, me distancio, escucho, me acerco, me adentro, ahondo. No pido perdón más de lo justo, no pido permiso cuando sobra. Es mía mi verdad y yo la valido.
Estoy con lo que es.
8 meses iluminados
Amada Luci, nuestra lucecita:
El primer día que pensé estar embarazada de ti fue hace justo 8 meses en el concierto de Natalia, lloré toda la primera mitad. Me acuerdo ir antes en el Uber con Héctor hacia el Auditorio y ver la nueva rueda de la fortuna de Chapultepec pensando en ti, sintiéndote apenitas en mi panza. Me había parado antes de salir de la casa frente a mi altar y pensado en el gato de Schrödinger de mi útero, en ese momento estaba a la vez embarazada y no, potencialmente. Miré el altar y decidí estar embarazada.
El 29 de noviembre, dos semanas después, incluí una prueba de embarazo, por si acaso, al hacerme análisis de tiroides que me habían encargado. Casi salto hasta el techo cuando a mediodía me llegó el postivo a mi correo, era miércoles y tu papá había ido a dar clases. Cuando volvió y le dije, no se emocionó como yo quería. Seguíamos frente al reto del duelo por nuestro primer embarazo planeado, el de Ajonjolí. Exactamente hacía 5 meses, el 29 de junio, habíamos descubierto que su embrión no se había formado. Peleamos mucho tras la noticia de tu llegada, lo lamento, Héctor estaba en shock, se obsesionó y compró al día siguiente un monopatín eléctrico. Me llevó a la cajuela a ayudarle a bajarlo de sorpresa, yo deseaba que fuera una carreola. La verdad todavía a veces veo el patín y me da un poquito de coraje.
Logramos regresar a la paz y te hicimos una ceremonia de bendición, usamos estambre amarillo (tu color) para lazar mi panza, el cuello de Yau, la muñeca de tu papá. Hicimos un círculo de flores, te deseamos lo mejor. Me entregué a la confianza, me sentía iluminada.
El 13 de diciembre es Santa Lucía, la de la corona de velas que lleva luz a las penumbras. Ese día algo estaba raro. La mañana siguiente, un mes después del concierto; fui a correr, estuvimos enamorados, salimos a desayunar y luego noté que estaba sangrando con ganas. Le grité a tu papá desde el excusado con la voz temblando, atorada y sentí que lo supo antes de correr hacia nosotras, sabíamos lo que venía. Me abrazó fuerte.
Teníamos lista la receta médica para hacerte un primer ultrasonido en un par de días, esperando oír tu latido. Nos fuimos en seguida al laboratorio, entré sola, tu papá estaba otra vez en shock. De inmediato vi en la pantalla sólo un saco vitelial que empezaba a desinflarse, confirmé que todo iba contrario al deseo. El técnico de ultrasonido fue insensible por querer ayudar y con el transductor dentro de la vagina todavía, intentó abrazarme, me sentí violentada, le pedí que se alejara, me empezó a dar opiniones y consejos no solicitados, yo sólo quería salir corriendo y quebrarme en mil pedazos.
Tras tu nacimiento (parcial) en casa me sentía iracunda, llena de odio y violencia, frustrada, envidiosa, con ganas de destruir, herir, dañarme. Ganas nada más. Stephy me dijo que lo que nos define no es el impulso, si no lo que hacemos con él, así que por dentro me sentía como una asesina, suicida o criminal, pero estaba lejos de serlo. Otra vez peleaba mucho con tu papá, había mucho que aprender y viniste a abrir las ventanas.
Fuimos el 23 a Vallarta para navidad, seguía sangrando demasiado, la cosa se complicó, para el 25 estaba con fiebre, temblores, diarrea, vómito, dolor, me dio una infección uterina. Volvimos el 29, el 30 me hicieron una aspiración para sacar los pedazos tuyos a los que pienso que quería aferrarme de algún modo. Me hundí, me dolí, perdí toda la esperanza, exploté en furia. Empezó el insomnio más terrible y los sentimientos más horribles que hasta ahora conozco, ni siquiera les encontré nombre, pero se me enredaban como lazo del diablo y me inmovilizaban toda la madrugada. Yo meditaba una hora sin falta, hacía presencia ante lo insoportable. Tu papá mantuvo el fuerte, a nosotros.
Usé el fuego de mi enojo para iluminar esas tinieblas, era lo único que tenía a la mano, pero al fondo brillabas siempre tú y eso me sostuvo.
Tu ceremonia funeraria la hicimos solos en la playa, te entregamos al mar, sueño que de ahí te evaporaste al cielo porque cuando íbamos en el avión te imaginé iluminando las nubes con tu calidez, volando ágil alrededor del planeta llevando optimismo.
Aunque creo que tu duelo fue en cierto sentido el más difícil hasta ahora, donde más ánimos me faltaban, donde el enojo lo empañaba todo, se también que fue tu amor y tu luminosidad lo que me llevó adelante. Sé que al cruzar la ciénaga de los muertos recibí dones que no se encuentran en otra parte y que poco a poco se me revelan. Tuve que aceptar un camino reproductivo sinuoso, la incertidumbre y el descontrol, hacerle espacio en casa a la muerte para que se quede cerquita. Para mirarla todo lo que hacía falta y hasta ahora poder voltear de lleno hacia la vida. Tuve que entender que sólo me queda la tenacidad y la paciencia, que nada está sólo en mí, en nosotros, pero seguimos confiados en que pronto nacerá Xilu viva, cuando Momo después de ti no pudo hacerlo.
En nuestro cuarto puse ya 4 muñequitos, uno por cada uno de nuestrxs hijxs. Para poder dimensionar su existencia, su muerte. Los primeros días que los veía todos juntos era insoportable, insostenible tanto dolor a la vez, pero poco a poco nos asentamos, abrazamos esta familia enorme y multiplanar.
A veces creo que me embaracé tan pronto de Momo después de ti que me faltó abrazarte y oírte. Ahora seguido siento el impulso de abrazar el monito que escogí para representarte. Es tan suave, como tú, me serenas tanto. Gracias por venir, Luci. Gracias por brillar, por recordarnos nuestra fertilidad, nuestra fuerza, lo posible. Por enseñarme a sostener el enojo, a no juzgarlo, a usarlo a mi favor. A hermanarme conmigo como agresora y no ver a los victimarios siempre como otros.
Gracias por ser nuestra hija. Por acercarme a Julie. Por la resignación y por el principio de la desvictimización. Por seguir aquí recordándome desear y esperar siempre lo mejor. Que el pesimismo no sirve como defensa contra el dolor o la tragedia, pero sí suma un sufrimiento innecesario. Por llevarme a entender que nadie va a venir a hacerme un Patronus del otro lado del lago, que soy yo finalmente quien ha de sostenerme, de creer en mí, de amarme, de ser amable conmigo. Sólo yo sé bien cómo cuidarme, lo que necesito.
Eres para siempre mi hija, la tercera, tan como Cosme, el mayor, tan aérea, ligera, radiante y compasiva.
Te amo, Luci, eres parte de nosotros,
Tu mamá, Daniela
42 días
Mi Momo:
Ayer cumplimos cuarenta y dos días, seis semanas, un posparto sin ti, el final de nuestra lactancia.
Ayer también supimos por las pruebas genéticas que definitivamente eras hembra y que no eras compatible con la vida. Es un alivio confirmar que no estaba en mí que llegaras viva, que hice lo mejor que pude, que te lo dimos todo, que cumpliste tu tiempo, que nos diste más de lo que cualquiera esperaba. Me enorgullece la cara de sorpresa que todos los doctores ponen cuando les cuento que me diste y te di más de diez litros de leche con las circunstancias en contra.
Me valida que me explicaran también que el error genético que tú tenías causa unos de los peores síntomas tempranos de embarazo. Cuando dije a otros doctores lo difícil que era levantarme, cuánto me dolían las articulaciones, las náuseas y el mareo tan fuertes que sentía, que lo vomitaba todo, que todos los olores a decenas de metros ya eran insoportables; me decían que los síntomas intensos eran señal de un embarazo favorable, que era normal, que exageraba. Saber que lo que sentía era real y que indicaba que las cosas no iban bien, que a la vez justificaba el miedo terrible que me enredaba la tripa, es un suspiro enorme. Me siento vista.
Con parteras hicimos nuestro ritual de cierre, me hicieron sentir sostenida, lista para soltarte y seguir. Me sentía tan triste cuando entró una embarazada panzona antes que yo a la morada, triste de dejar de producir leche, triste de sentir que se acaba este posparto tan difícil, tan iluminado, tan instructivo, tan nuestro, triste de imaginar a tu alma yéndose, de sentirte un poco menos cerca. Con miedo de olvidar la sensación de tu cuerpo en mi mano, cómo tenías los piecitos cruzados, lo que se sintió darte a luz, cómo dolía y no era dolor y cómo navegamos juntas cada parte de esto.
Quisiera acordarme toda la vida de cada momento, del día que vi la prueba de embarazo positiva aunque la de sangre había salido negativa porque tardaste en implantar, de ir a danza Butoh sabiendo que llevaba el mejor secreto en la panza, de ver a Yauhtli protegernos fiera, de ir a comprarte ropita, la carreola de los sueños, un avioncito de madera y un pato precioso de tela, de luchar con las náuseas para salir a celebrar tu llegada, nuestro aniversario, de hacer ejercicio por ambas a pesar de la fatiga, de caminar todos juntos, de cuando Héctor te puso la Happy Song, de sentir cambiar mi cuerpo, de enloquecer por los pulparindos, de lo asqueroso que era abrir el refri, de estar en la cama sin poder levantarme, de llorar de miedo, de irles contando a todos con esperanza, de cada ultrasonido, de verte muerta en la pantalla, de ese shock que es como un ruido blanco y una luz cegadora que perfora, de ir al genetista y que fuera tan amoroso, de llorar sin trabas, de sentir el dolor de la congestión de leche y no creerlo, de recibir el apoyo maravilloso de Amalia para llevar la lactancia y la supervivencia, de lograr al fin donarla, de abrirle la puerta a la envidia más intensa que he conocido, de todas las punciones para los análisis, de despertar a las 3 am a sacarme la leche viendo tu foto y prendiendo una vela, de pelear con tu papá por la intensidad del duelo, de enfrentar al fin a un agresor en la imaginación, de haber seguido varias veces mi intuición por encima de lo que los doctores dicen, de cómo se transluce la realidad en medio de tanto dolor, del dolor en todo el cuerpo que deja tu ausencia, de las risas en medio de la tristeza más profunda, de sentir a tu papá más conmigo que nunca, de sabernos equipo, de flaquear y fallar y perdonarnos.
Quisiera no olvidar nada. Pero sé que va a ir volviéndose borroso, tal vez llegue el día que la imagen de tu cuerpo en mi mano no parezca una foto en mi cabeza. Sé también que no importa, que llevo tu esencia conmigo, el enorme crecimiento a partir de este reto, la compasión que se aprende cuando una se desgarra hondo, la esperanza que trae saber que viniste, saber validarme y a mi tripa, conocer cada vez más mi cuerpo, mi mente, al universo, a ti. Ver romperse otra vez un sueño y elegir confiar.
Pero encima de todo, éste es un momento para agradecerte por venir, por mostrarnos nuestra capacidad de canalizar vida inesperadamente tan pronto, por muchos de los momentos más luminosos y felices de mi vida, por dejarnos escuchar por primera vez el latido de unx de nuestrxs hijxs, por el parto más bonito, la lactancia más plena, por el día que hice arco y saltó la leche como fuente, por vivir tantas semanas dentro mío, por permitirnos cargar tu cuerpo.
Según los tibetanos el alma de nuestros muertos se queda 49 días con nosotros en la Tierra para dar cierre, para acompañar el duelo, transmitir enseñanzas; te deseo pronto el más feliz tránsito a otros planos donde te esperan tus tres hermanxs.
Momo, te dejo ir, no me arrepiento de nada, no me aferro a nada, te llevo siempre conmigo, aprendo para siempre contigo. Mi pececita.
Tu mamá
(la foto la tomó tu papá)
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